CUENTOS

En esta sección deseo regalarles algunos relatos personales y dentro "de lo permitido" otros cuentos más...


Magia”

En una pequeña isla de Holanda, llamada Ameland, crecía una planta que nadie tocaba por temor a volverse invisibles.
De padres a hijos y de hijos a hijitos, había andando aquella historia que hablaba de la invisibilidad que se lograría, tomando sólo una taza de té de alcaravea.  Cada uno incluso, podía recordar por lo menos una historia real sobre algún pariente lejano, que había conocido a otro pariente mas lejano que había  perdido su corporidad al beber té de alcaravea.  Incluso algunos sabían de una prima o tía abuela que había sazonado el chucrut y al primer mordisco, se había vuelto invisible de la cintura hacia abajo.  Era lógico no se lograba el mismo efecto con toda una taza de infusión que con un solo bocado que contuviera una o dos semillas.
Si bien todos le temían, en ningún hogar de cada pueblo de Ameland faltaba en el especiero un frasco con semillas de alcaravea.
Más que un condimento, era una especie de promesa viviente de su poder y del respeto que le debían a todos esos familiares invisibles que en algún lugar de la isla estarían, vaya a saber viviendo qué vida...
Pero fue en Nes, diminuto pueblo verde y llano, tan llano como la hierba del invierno; que se produjo el conjuro.
Una tarde Marietje, invitó a todo el pueblo y también a él, a festejar su cumpleaños. 
Amigos, vecinos y parientes, ...(en realidad casi todos eran parientes, menos él), llegaron puntualmente a las cinco de la tarde.  Para  sorpresa de los invitados, Marietje no estaba en casa. Era curiosa esta situación, dado que era conocida por todos, la deferencia de la anfitriona.
La mesa servida con las tazas de porcelana, la tetera humeante, los janhagel          aún tibios y unas riquísimas tortas, invitaban a sentarse.
Pero, dónde estaba la homenajeada?
Los invitados, conciliando un acuerdo inexistente, decidieron esperarla un tiempo prudencial, que limitaba con sus deseos de sucumbir ante los manjares servidos.
Después de esperar un rato y estando casi todos presentes, alguno sugirió comenzar a sentarse y servirse una taza de té, antes que se enfriara, ... el té  y los janhagel.

Uno a uno, comenzaron a desaparecer...
Y cuando no hubo nadie en la bella mesa, se escuchó la voz de Marietje , que comenzó a contar su historia de amor...
... esa había sido la única forma que encontró de hablar ante su enamorado,  era tanto su pudor, que no podía mirarlo a la cara para confesarlo.
Sólo una cosa  no había tenido en cuenta, que al volverse invisible, jamás podría besar y abrazar a su amado.
El, que ahora también era invisible, le respondió que hacía mucho tiempo la estaba esperando.
Un sol extrañísimo, por aquellos días en Ameland, entró por la ventana, los iluminó con luces de arcoiris y les dio forma humana nuevamente...
Por eso todavía, en algunos pueblos de Holanda ... y del mundo, comemos sólo una semilla de alcaravea, para animarnos a decir, “te amo” , siempre que el sol brille en ese  atardecer.

María Fernanda Gutiérrez


EL ORIGEN DE LAS MUJERES

Las mujeres, según se vea, hemos aparecido sobre este planeta de diferentes maneras…, para los cristianos,  Eva salió de una costilla del hombre, por su propia necesidad de una compañera y porque sus “ruegos” fueron escuchados, aunque hubo otra antes… Lilith… la recuerdan?
Para los griegos, pasó algo parecido; en este caso fue Pandora.  Una bellísima mujer que creó Zeus, para tomar represalias contra Prometeo, que le había robado el fuego para dárselo a los hombres… nada más y nada menos.  La historia, en general es conocida, ella fue creada por  los dioses, con todos los atributos y también con algunas “deficiencias”  incorporadas, para lograr el objetivo de Zeus… y así fue como llegó a la Tierra de los hombres con la “famosa cajita”… cosa que también dejaremos para otro cuento…

Pero algo verdaderamente interesante, me encontré cuando visité tierras chaqueñas.
Mujeres valientes, fuertes, hermosas y batalladoras, son esas.
Ellas cuentan de sí mismas, su origen en esas tierras…

En el principio de los tiempos, la Tierra estaba poblada sólo por hombres, que eran los animales, que hoy conocemos y hacían la vida normal que hoy los hombres hacen… comían, dormían y cazaban.
Las mujeres vivían en el cielo, libres, curiosas, fuertes, vivas…
Un día ellas, vieron desde arriba, que los  hombres comían algo que no conocían y les dio curiosidad saber de qué se trataba, por lo que decidieron esperar a que estuvieran dormidos y bajar a “tomar un poco” de aquello.
Tiraron una soga desde las alturas y se descolgaron hacia la Tierra, tomaron lo que deseaban y volvieron a su cielo.
A la mañana siguiente, cuando los hombres descubrieron el robo, decidieron dejar un vigía  que custodiara las provisiones y avisara si algo ocurría.  Allí quedó, la noche siguiente, Ele, el loro, que era muy conversador, así que contaría con lujo de detalles si veía algo extraño.
Cuando las mujeres, volvieron a descolgarse, por la noche, Ele comenzó a dar gritos para avisar a los otros hombres,  pero ellas, que iban preparadas para cualquier cosa que pudiera ocurrir, con piedras en sus manos, comenzaron a tirárselas, y así doblaron su pico, que aún permanece así y también le provocaron esa dificultad para hablar, que tampoco pudo superar…  El loro no pudo avisar de lo sucedido y ellas subieron nuevamente al cielo, con lo conseguido.
Para la noche siguiente, los hombres pensaron que debían estar más atentos y decidieron dejar en lugar de Ele, al carancho.  Éste, mucho mas astuto que Ele, hizo guardia toda la noche y cuando vió que la soga se descolgaba y unas criaturas extrañas, nunca vistas, se descolgaban por ella, no hizo ningún ruído y voló hasta la parte más alta de la soga y con su pico la cortó, por lo que todas las mujeres que venían bajando, se desplomaron a la Tierra.
Los hombres se acercaron cuando escucharon el estruendo de esas criaturas cayendo y cada uno escarbó en la tierra y se quedó con la mujer que encontró.  Uno de ellos, quiso llevarse a una mujer a su cueva, ya que le agradó lo que vió, y pasó la noche con ella; pero a la mañana siguiente, se levantó dando gritos de dolor, ya que según contó, ella tenía dientes abajo y le había cortado con ellos, parte de su anatomía!!
El resto de los hombres decidió que debían hacer algo.
Pusieron a las mujeres en rueda y tiraron piedras contra ellas, hasta que perdieron todos sus dientes…
Desde aquel momento, las mujeres, hemos perdido nuestros dientes inferiores, pero seguimos conservando la costumbre de que un hombre nos elija para vivir con ellos.

Basado en el relato oral de El origen de las mujeres, que se cuenta en rueda y también se baila, en tierras chaqueñas.


"Las cartas de Mariel"
(es un cuento viejito, de esos que los escritores no queremos mostrar... pero lo ofrezco como parte de ese camino dulce que nos contruye y nos ilumina el presente...)

El trabajo de Mariel, era algo particular.
Escribía cartas a pedido.
Cartas de amor.
Lo que había empezado como un ruego de su mejor amiga, hoy era un incesante desfilar secreto de vecinos, que llegaban incluso de otros pueblos, para solicitarle ayuda en la ardua tarea de declarar su amor.
Golpeaban a su puerta en horas inciertas, que por supuesto rondaban lo nocturno, para darles el anonimato necesario. El desfile era incesante, a pesar de lo cual, nunca se juntaban los solicitantes en su casa. Era casi mágica la forma en que se alternaban cuidando ellos mismos las historias de amor ajenas.
Mariel había querido recompensar aquel esfuerzo casi coreográfico, colaborando con un detalle de la escenografía, algo que recordaba de su abuela cocinera y alquimista.
A modo de aviso, Mariel había encontrado una solución.
El destinatario de una carta de amor recibiría el día anterior, un ramo de tomillo en su puerta. Hasta llegó a plantar cantidades enormes de tomillo en su jardín para que nunca le faltara la forma de avisar...
El mundo de las cartas, no era sencillo de manejar. Sólo recibía la ayuda de Pedro, que colaboraba con la delicada y constante tarea de cartero. El no preguntaba, pero como los cambios eran radicales en las vidas de amigos y conocidos, seguía con su colaboración anónima.
Algunas cartas tenían continuidad inmediata, otras, silencio y la mayoría, tardes de interminables caminatas por los senderos que bordeaban el arroyo.
El alma del pueblo había cambiado. El amor rondaba las puertas y el tomillo ya había dado dos retoños: José y Paula, habían tenido a Joaquín; y Andrea y Ramiro a los mellizos José María y María José...
Todos, en más o menos tiempo disfrutaban una historia de amor. Quizás la que más había impresionado a la misma Mariel, era la de Don Juan y Doña Margarita, que a sus 86 años, se habían decidido!!

Sólo una historia de amor faltaba.
La de Mariel, por supuesto...

Ella podría haber escrito sus propias cartas, pero no había destinatario...
Este era un verdadero problema. No había ningún amor en el corazón de Mariel, excepto el que regalaba con total felicidad a todo el que se lo pidiera.
Una mañana ventosa de septiembre, Don Juan, conocedor de corazones femeninos, habló con Margarita...
- sólo ella, no encontró el amor..., tengo una idea...
- tus ideas son peligrosas, no hay que interferir en estas cosas
- si Mariel no hubiera intervenido, no estaríamos durmiendo en la misma cama...
- qué idea tienes?... - resongó Margarita.
- Voy a escribir una carta...
A los treinta días exactos de esa carta, llegó un camión cargado de muebles y pertenencias al pueblo. Estacionó frente al negocio que había sido de Cosme el veterinario, y comenzaron a bajar todo lo que en él venía.
Un hombre algo mayor, dirigía las cosas...
Todos en el pueblo se preguntaban quién era y qué ocurría, hasta que lo supieron. En el frente del negocio, un cartel tallado en madera, decía:

"Cartas de amor a pedido"
Dr. Amor

Varios amigos corrieron hasta la casa de Mariel, para avisarle del atropello.
"Cómo se había atrevido?"
"Quién era el Dr. Amor?"
Pasaron varios días en que nadie se acercó a la puerta, hasta que la propia Mariel, tomó la iniciativa.
- buenas tardes, el Dr. Amor?
- buenas tardes, soy yo.
- Vengo a visitarlo, para darle la bienvenida y para consultarlo sobre su trabajo.
- Gracias, es usted muy amable. Simplemente, me dedico a escribir cartas de amor a pedido...
- .... disculpe mi sorpresa, pero hace rato que yo hago esa tarea en este pueblo.
- Que suerte!!, seremos dos... nunca es malo el exceso de amor... no??
No podía creer la desfachatez, ella era muy comprensible y amorosa en sus sentimientos, pero no entendía esa especie de circo que ese hombre había montado sobre algo tan simple e íntimo como los sentimientos.
Esa tarde Mariel, recibió una carta...

Mi entrañable escritora:
Si por un solo minuto, tus ojos me descubrieran, podría morir y nacer mil veces. Sólo una cosa deseo más que tenerte... no perderte.
Romeo

Loca de furia, corrió hasta el negocio a increparlo.
- discúlpeme Mariel, realmente esa carta no salió de mi empresa – contestó el extrañado Dr. Amor
Esa misma tarde, otra carta apareció , bajo su puerta...

Mi vehemente escritora
El amor es increíble y gozoso, pero jamás hubiera imaginado la satisfacción que te invadiría con mi carta anterior. Verte pasar, acalorada, buscándome, fue mi mejor consuelo.
Romeo

Las cartas se sucedían y Mariel pasaba de la angustia al júbilo, sin escalas intermedias.
¿Cuánto tiempo más lo soportaría?
¿Cómo descubrir quién era su amante secreto?
Esa mañana, otra cosa cambió en el pueblo.
"Cartas de amor a pedido"
Dr. Amor
Cerró sus puertas.

¿Se acabarían las cartas? ¿Se resolvería el misterio?...
Una carta más llegó...

Querida mía:
He tenido que partir.
Sólo espero que esta noche, pueda tenerte en mis sueños, y tú me sueñes también. Si eso ocurriera, te esperaré mañana, junto al arroyo, por el sendero, con un ramo de tomillo entre las manos, antes de partir.
Romeo

Las horas serían eternas, hasta ese atardecer esperado.
Radiante, era poco para describir su estado. La roja cabellera de Mariel, llegaba hasta su cintura, nunca su aspecto había sido tan vivaz... Ni ella sabía cuánto deseaba su propio corazón una historia de amor.
Cientos de listas con los posibles candidatos, estaban sobre su mesa, y por esto o por aquello, todos habían sido descartados.
Estaba tan hermosa, tan llena de ilusión y de vida, que sabía por fin lo que realmente había deseado desde hacía tanto tiempo.
Ser feliz.
Y seguir escribiendo todas las cartas que fuera necesario, sabiendo que ella también podría recibirlas.
Junto al arroyo, por el sendero, con el sol a medio caer entre los abedules y los sauces, con ese aire fresco, que precede al agobiante calor de una tarde de verano, cuando la luz lo cambia todo, el pueblo entero la esperaba, chicos, grandes, amantes, y viejos, y hasta el hermano de Don Juan, el mismísimo Dr. Amor... todos con un ramo de tomillo en sus manos. Uno a uno, todos, pasaron junto a ella y la besaron en sus encendidas mejillas, en señal de agradecimiento, dejando sus ramos en el suelo y rodeándola del aroma inconfundible de esa hierba.
Hasta que quedó sólo uno, aquel hombre pequeño, que con los ojos llenos de lágrimas y su ramo de tomillo en la mano, le dijo...
- mi entrañable escritora, fui tu cartero en esta aventura de enamorar a todo el pueblo, y jamás supe, como decirte que te amaba. Todos ellos me ayudaron, a sembrar el campo de tomillo, y le alcanzaría a mi corazón, sólo un ramo que tus manos le entregaran.
Mariel corrió a su casa, exhausta y aturdida, escribió su penúltima carta

Querido amor:
Te ayudaré a cuidar tu campo de tomillo
Julieta

Y más tarde, la última...
Queridos todos:
GRACIAS
Mariel

María Fernanda Gutiérrez